Butacas

Alicia sale cada mañana a correr para canalizar su ira, entrena al corazón para que sea más fuerte, corre los kilómetros que puede prometiéndose que cada día llegará un poquito más lejos. En la vuelta se permite periodos de descanso, anda despacio, retoma una respiración menos acelerada mientras observa el camino.

En una esquina hay una sala de cine, con un letrero antiguo de esos que tanto le gustan en el que se puede leer “butacas de meditación para calmar la ira. Abierto de 10 a 14:00. Entrada gratuita”

Se extraña, por si fuese alguna estafa comercial, no recuerda haber visto en la cartelera últimamente ninguna película o documental sobre eso, pero era su nueva vida, ya nada podía salir mal después de lo peor. En ese momento de todo le da igual se mira de arriba abajo, su atuendo deportivo, su riñonera con las llaves, su coleta alta sudorosa y se dice, pues entro.

No hay nadie que le dé un ticket, una autorización para entrar, vuelve a extrañarse, normalmente tiene que pedir permiso para todo, pero ese lugar nada más entrar te invita a ser importante, a ser tú y a sentir qué todo está ahí para ti, le resulta difícil conectar con esa sensación desconocida pero sonríe, tiene buena pinta, cree haber hecho bien al decidirse a entrar y al mismo tiempo se dice así misma: Alicia por qué lo crees? Afírma algo de una vez! Has hecho bien al entrar.

Siguiendo las flechas se llega a la sala principal donde se ve el mismo cartel pero más pequeño, aquí es, abre la puerta y ve una enorme sala de cine, como unas cien butacas y una pantalla gigante. No hay nadie, pero se sienta. En la numero cuatro centrada, no ha traído las gafas.

Las luces se atenúan, casi a oscuras, sólo las de emergencia divisan un posible auxilio. Suena una música relajante, tranquila… El proyector se pone en marcha como si al sentarse su culo hubiese puesto una moneda para empezar a jugar.

Empiezan a salir imágenes, Alicia respira, se esconde el pulgar dentro de la mano con fuerza, en cuanto se reconoce en esa pantalla, son imágenes de los momentos en los que le han hecho daño, pasan rápido, su mandíbula reacciona, rápido hasta que empieza a bajar la velocidad y empiezan a mostrarse los peores momentos de su vida, ya a modo de película, es ella, lo ve, se ve, se relaja, se llora. Es impactánte ver su dolor desde fuera, sólo ella sabe lo que está sintiendo en ese momento en la pantalla, recuerdos que no es que necesite perdonar porque ya lo ha hecho sino que necesita que le pidan perdón, eso que nunca llega hace que el recuerdo todavía siga doliendo tanto. Hace que se dé pena y no quiere darse pena, por eso llora. Algunos momentos de los que salen en pantalla ni los recordaba, y no le suponen ningún problema verlos, y se da cuenta de que están superados porque hubo un perdón después, en otros se derrumba y llora.

Cualquiera diría que es una tortura pero Alicia sabe que lo necesita, que es una oportunidad mágica para poder avanzar, que es valiente. No son momentos que le hayan dolido, son momentos en los que le han hecho daño. No son butacas de tristeza, no hay muertes, son butacas de rabia, dolor, impotencia, frustración, y por ello, por la falta de empatía ajena, por la soledad que se provoca, por la frialdad que genera, aparece la tristeza.

Pero no está sola en esa sala, en seguida se da cuenta que en la fila número uno en el último asiento a la derecha hay una persona viendo la misma pantalla, derramando una lágrima. Se acerca silenciosamente y se da cuenta de que es la persona que mas daño le ha hecho, un protagonista de esos momentos que se iban reproduciendo. Se miran y se abrazan. Una luz violeta les envuelve, como La Niña del abrigo rojo en la lista de Schindler, no dicen nada, sólo se abrazan y Alicia va soltando capa a capa cada dolor, como si se estuviera quitando la venda de la piel, como si estuviese mudando esa piel que no es suya. Sólo ver una lágrima, un abrazo y un perdón de quien le había hecho daño le hacía falta para empezar de nuevo.

La luz cambia a verde, como el semáforo que te dice adelante.

En esa luz Alicia le consuela a él por el daño que ella ha recibido, ni siquiera se da cuenta pero lo está haciendo, de forma subconsciente, instintiva, natural y humana. Le acaricia la cara, completamente iluminada en verde, le mira y solo dice: VALE, ya está. Sus capas más finas su cuerpo más ligero es capaz ya de olvidar. No tiene ira ni rabia, sólo compasión. Recibe unas manos en su cara también verde, un perdón y una lágrima. Peso pluma, puede volar hacia el completo perdón, el mutuo, ni culpable ni víctima, humanos, desnuda como la trajeron a este mundo, sin cuna de Cristal, sin ventanas altas con manos empañadas de un no te vayas. Se miran, sólo eso, una lágrima, un perdón, un abrazo…todas las butacas les miran… el proyector ha parado… la película ha terminado…

puedes irte ya, mi amor, ahora si puedes irte.

Le susurra Alicia.

Castilla resopla

Diagnóstico: loca

Se sentó en la butaca arqueando la espalda, movía de un lado a otro la cara asintiendo al doctor, sonreía y pedía una camisa de esas, una cama y unas paredes donde poder gritar.

Alfonso se levantó para abrazarla : yo seré tu camisa de fuerza, tú aquí no te quedas.

Ella no se esperó aquello, estaba convencida de que su diagnóstico era afirmado por todos, incluso las ventanas abiertas donde al otro lado se veían flores se reían de ella. Pero Alfonso no, él sabía que no era cierto.

Yo no te encontré entre tanta gente para dejarte aquí y llamarte amor. Vamos Virginia, despídete de este hombre y dale las gracias.

Salieron de la mano. Justo por el jardín que se veía desde la ventana de arriba, las flores no reían, sonreían, pero con ojos de alegría y cariño, no de burla, eso hizo el amor aquel día, cambiar todo el escenario. De tanto mirarlas para entender lo que estaba ocurriendo, casi se choca con una farola, si no llega a ser por Alfonso que con reflejo de portero, estiró de ella con la excusa de querer abrazarla.

Ahí en su cuello, su olor, explotó a llorar, habían sido meses de una tensión terrible, su padre convenciéndola para el ingreso, su madre gritándole que obedeciera, sus hermanos sin hablarle como si dar su opinión les avergonzara y les quitara sus beneficios. Malditos bastardos malcriados.

Llevaba sin poder trabajar años, problemas y problemas que por más que los hablaba con su Alfonso no se resolvían, sólo se sentía segura con él y cuando salía al mundo… su mundo era trabajar con sus padres y durante horas recibía frases matadoras, miradas de desprecio, inútil, así no se hace. Por tu culpa no vienen clientes, vístete bien, ¿dónde están tus hermanos? Vigílalos, recoge esto y lo otro, tu marido no nos gusta, no sé qué ve en ti, sólo está contigo para heredar todo nuestro esfuerzo y sacrificio en esta empresa.

Día tras día tras día, sacaba la basura con la cabeza agachada y callada, lloraba detrás del container y volvía a entrar sonriendo. Preparaba la cena, se sentaban juntos a ver la televisión y ella hacía en su cabeza su propia película. Una en la que ella era importante.

Cuando salía de fiesta con sus amigas, aparecían los novios, las besaban y seguían la conversación con el resto. Así sin más, estaban integrados en un mundo en el que Alfonso nunca participaba.

Un día en casa, le propuso hacer una barbacoa para todos sus amigos, divertirse, verse juntos entre ms gente, encontrarse con la mirada, jugar, reír… Alfonso no quiso. Decía que para qué.

Su silencio era más profundo de lo que nadie creía, todos pensaban que hablaba mucho , casi demasiado pero nunca contaba su silencio. Le habían enseñado a ser y comportarse como ella no había elegido, ni siquiera ella sabía que era el bien y el mal. Podían hacerle mil trampas que si ella explotaba, las trampas se convertían en bondades y su reacción en locura.

No encontraba lugar en el mundo entre tanta banalidad, tanta falsedad y mentira. Tanta crueldad que veían sus ojos, tanto despropósito entre seres humanos, periódicos, televisiones, lo que le contaba la vecina del quinto… no dejaba de enmudecer para apretar fuerte las lágrimas dentro de esa caja donde solo en la pupila estaba la llave. El poder del cuerdo, del que se cree cuerdo y domina el mundo señalando a locos, que viven la vida intensamente. Con transparencia, dejándose llevar por todas las cualidades del ser humano, como queriendo sacarse partido de todo. ¿A qué lloro lo que lloran los humanos?

¿A qué rio lo que ríen los humanos? ¿Te juegas a que hago un campeonato emocionándome con una canción? No abras la puerta, todavía está sonando, por qué debería seguir con mis obligaciones si la vida me está dando dos minutos de gloria, anda y que esperen.

Esos zapatos te quedan fatal con el vestido, a mi me gustan, ya pero tu abuela se avergonzaría, córtale el pelo al chiquillo parece un gitano, mamá jesucristo tenía el pelo largo, lo vi en tu boda y tú lo amabas. Esta chica está pa allá. Ni se te ocurra contradecirme. Un plato estallado en la pared, un agujero en el mantel, ala, Virginia, ya la has liado. ¿Por qué? ¿Por dar mi opinión?Hay que saber callarse delante de mamá y papá.

No entendía nada, ellos debían darme las herramientas para vivir porque en el colegio no había ninguna asignatura de gestión emocional. Solo a la jefa de estudios podía contarle de vez en cuando y sólo porque un día le dijo: entra, te brillan los ojos.

Quiero ser normal

Pero a veces me imagino que si meto la cabeza en el horno como Sylvia Plath nadie se daría cuenta. Soy invisible pero me ven de repente cuando quieren algo. Nadie me conoce , nadie quiere conocerme, y siento que por dentro va entrando un gusano a mi cuerpo y me duele el pecho de tanto miedo.

Cariño, sólo las personas especiales reaccionan con el cuerpo ante las emociones… el que realmente está loco no le pasa nada, no se inmuta, asiente. Obedece, ¿tú has estudiado a Juana la loca? Si, la hija de los reyes Católicos y madre de Carlos I !!

Muy bien. Pues no estaba loca, estaba rodeada de narcisistas. De hecho hay un cuadro en el que se la ve llorando en la tumba de su esposo y dijeron que estaba loca de amor y obsesionada, que no admitía su pérdida y que por eso tardó tanto en enterrarlo, Nadie quiso contar en la historia que a Juana se le había dicho que en cuanto se quedara viuda tendría que casarse con otro.

Era muy pasional, estaba enamorada si, pero no estaba loca, la usaron, la encerraron y la convencieron de su locura hasta que lo aceptó. Es lo mismo que aceptar los apellidos que nos ponen otros, decidiendo por nosotros quienes somos, qué deberemos hacer y a quienes deberemos hacerles sentir orgullosos de nosotros. ¿Eso es cordura ?

Blanca, la jefa de estudios era mi aliada, hablábamos en los recreos y me hacía sentir bien incluso cuando yo no me quería.

-olvídate, eso de que si no te quieres tú nadie te querrá es mentira, hay personas que te van a querer aunque no te quieras, incluso puede que hasta te enseñen a quererte o saquen de ti lo mejor, ten paciencia.

¿Cómo podía ser que la llorase más en su entierro que si se muriese mi madre? La muerte de blanca me dejó huérfana como Matilda, aún teniendo padres, y desde que se fue, empecé a llamar locos a todos. Eso mis padres no lo consintieron, no entendían mis ideas filosóficas ni respetaban mis opiniones sobre cualquier cosa, lo contrario siempre era mejor, eso si, cuando me dejaban hablar.

Todo eso lo sabía Alfonso y luchó con un caballo invisible y una espada, a veces me lo imaginaba clavándoles a todos los que me hacían daño. Luego mi feminismo me tapaba el sueño y caía rendida.

Al llegar a casa del hospital Alfonso me hizo un masaje en los pies, me dijo que descansara, que había sido un día muy duro para mi. Que no me preocupara por nada, que él estaría siempre ahí.

Me asusté, la palabra siempre, significa que se irá

Hicimos el amor, con un cariño que no recordaba de él, me susurró al oído creo que perdón pero no lo escuché bien porque sus manos y sus ojos ya me lo habían dicho antes, la tenía tan dura que no podía esperar pero se le había metido en la cabeza que yo disfrutara, me corrí de placer, Alfonso había nacido del coño, eso estaba claro, porque no era ni medio normal lo que me hacía. Me penetró y el amor pasó a sexo salvaje, de locos… y escuché:

-Estoy loco y también por ti, paso de la cordura. Jamás en tu vida dejes de estar loca.

-Ay Alfonso… Castilla resopla.